Un día yendo a la oficina pasé al lado de un contenedor donde estaba una pequeña reja, antigua y muy bonita, de una casa que estaban rehabilitando e inmediatamente pensé que con ella se podía hacer una magnífica mesa de rincón y me quedé con las ganas de cogerla, pero la vergüenza de entrar con ella a la oficina y que todo el mundo me preguntará que a dónde iba con ella, me freno. Apenas quince minutos después, me dije que era tonta y salí decidida a cogerla pero cuando llegué al contenedor, ¡ya se la había llevado! En ese momento y rememorando a Escarlata O´Hara me dije “Nunca me volverá a pasar esto”.
Bueno, a lo que iba, últimamente la producción de jabones va en aumento y una vez secados pasa a ser un problema donde colocarlos. Tengo una sombrerera que con unos oportunos separadores ha cumplido la misión a la perfección, pero ya no caben allí, así que pensé: Hay que comprar una caja grande donde quepan todos.
dije, voy a hacer una como esas pero más grande. Así que voy a la frutería y le pido al frutero dos cajas grandes (por lo que pudiera pasar) y va y me da tres. Total que llego a casa con mi botín y empiezo a mirarlas y como eran un poco endebles y temiendo por la integridad de mis jabones, me puse a reforzarlas y con la ayuda de mi caja de herramientas fui desarmándolas y componiendo una sola bien resistente.
En este estado y antes de seguir con la decoración de mi “supercaja”, fui a pasear con mi perro, por dos razones, una porque el pobre no aguantaba más y otra porque necesitaba plantearme como dejar la caja presentable. Y allá nos vamos los dos, más contentos que nadie, el perro porque por fin le hacía caso y yo porque ya tenía en marcha la caja. De regreso, se para a oler junto a un contenedor en la calle, y allí encima de un montón de escombros me encuentro una estupenda caja de vino que tenía las medidas exactas de lo que había buscado por todos los comercios. Y no lo dudé, aparqué la vergüenza al recordar la reja del principio de esta historia y la cogí.
Aquí la podéis ver como ha quedado, después de un lavado a fondo con estropajo y jabón de la abuela, de varias manos de cera y de haber tapado el nombre de la bodega con una serie de marcapáginas que esperaban su momento en el fondo de un cajón.
Y ¿qué pasó con la caja de limones? Pues ya metida en faena, también la he decorado, y que viendo como va esta fiebre de hacer jabones seguro que dentro de poco la necesitaré, que se acerca la Navidad y hay muchos regalos que hacer ¿Os gusta?